Cuando los
gigantes habitaban la tierra, los hombres eran malvados y llenaban el mundo de
violencia. Tal era su impiedad que Yahveh, arrepentido de haber creado al hombre, decidió exterminar gran parte de la
vida en la tierra enviando un terrible diluvio.
Yahveh
ordenó a Noé, hijo de Lamec, construir un arca de tres plantas y más de ciento treinta metros
de longitud e introducir en ella a su familia, a las mujeres de sus hijos y una pareja
de cada especie de animal sobre la tierra.
Habiendo finalizado Noé la construcción al alcanzar los seiscientos años de edad, Yahveh abrió las compuertas del cielo y liberó las aguas
de la parte superior del universo. Asimismo, las fuentes del abismo que se extiende bajo la tierra estallaron y liberaron su caudal sobre la tierra. La lluvia
cayó sobre la tierra durante cuarenta días y todo ser vivo pereció. La tierra permaneció inundada
durante ciento cincuenta días.
Cuando Dios
hizo soplar un viento sobre la tierra y fueron decreciendo las aguas, Noé
liberó un cuervo y una paloma. La paloma
regresó a Noé con una hoja verde de olivo en el pico, señal de que las aguas
habían comenzado a retroceder. Cuando Noé y
su familia llegaron a tierra firme, Dios estableció una alianza con ellos y
todos sus descendientes.
Mientras la
tierra durara, ni el hombre ni los animales volverían a ser exterminados por la
ira de Dios. Para que el
hombre no olvidara su alianza eterna, Dios estableció el arcoíris en las nubes. Tras el diluvio, Sem, Cam y
Jafet, hijos de Noé, engendraron a los fundadores de las distintas naciones que
se alzaron en la tierra.
Fuentes:
Génesis 6-10.
Para leer la versión de la historia de Noé y el diluvio según el evangelio apócrifo de Enoc, haz click aquí.
Para leer la versión de la historia de Noé y el diluvio según el evangelio apócrifo de Enoc, haz click aquí.
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